Solo soy yo
Voy a contarte algo sobre *mí, pero antes dos cosas.
Cuándo puse en Google “Cómo ganar dinero escribiendo” encontré una profesión desconocida hasta ese momento para mí.
La otra.* Soy demasiado tímida para pensar que alguna vez iba a ser vendedora.
Una monja de Cuenca
Al grano. El colegio fue un infierno, pero entre suspenso y suspenso un día ocurrió algo.
Al ser de monjas, tal vez debería llamarlo milagro.
* Jamás se me dio bien contar chistes.
Mi uniforme, más triste que un domingo por la tarde, y mis dos trenzas a lo Laura Ingalls nunca fueron lo mismo el día que al colegio llegó una nueva monja.
Si te estás imaginando a la dulce maestra de Matilda, ya te lo digo, nada que ver.
Ella, además de dar un repelús que echaba para atrás del susto, comenzó a practicar un método de enseñanza muy particular.
Su asignatura, Geografía e Historia.
En cada una de sus clases, con todo rey, conde, duque o consorte, se inventaba una historia.
Que Carlos V estaba guerreando mientras le buscaban novia-princesa, historia.
Que te enseñaba las capitales del mundo, historia.
Que la reina de Francia se la pegaba al rey con el guapito del reino, historia.
Sin que ella lo supiese, ni la madre superiora, aplicó uno de los sistemas de ventas más antiguos que existen.
Uno en el que a través de historias se realizan conexiones perfectamente hiladas entre un asunto y lograr objetivos, el storytelling.
Ella consiguió su propósito, que comenzara y no dejara de leer y querer viajar.
Y sobre todo, y lo principal en ese momento, que aprobara su asignatura.
¿Un poco más?

Me han dicho que ponga una foto mía porque si no van a creer que soy un robot.
* Odio salir en fotos, de ahí mi cara de pena robótica.
Lo que sí me ha gustado siempre es la moda.
Así que un día me compré una carpeta enorme, me matriculé en la Escuela de Artes Plásticas y me gradué en Interiorismo y Escaparatismo.
Y antes, mientras, durante y después, comencé a vender.
Muebles. Armarios. Vestidores. Objetos de decoración. Puertas. Tele por cable. Encuestas por la calle. Por teléfono. Dulces. Diseñé collares. Vendí en mercadillos de Segunda Mano. Cliente infiltrada. Mucha ropa.
Y casi me quedo como el jorobado de Notre Dame de tanto agacharme a recoger perchas de ropa.
* Un trabajo que apenas me daba para llegar a fin de mes y aun así disfruté.
Un día la veleta dio la vuelta. Comencé a escribir con storytelling, esta vez para aplicarlo a la venta.
Y comencé a aplicarlo y me equivoqué muchas veces, pero sigo escuchando y aprendiendo de los que saben más que yo, que por suerte son muchos.
Y comprendí que no todo tengo que hacerlo yo, que debía enfocarme en mi oficio, en mi futuro cliente, en ti.
Porque si no sé cambiar una rueda llamo al mecánico.
Y si no sé hacer una web cuento con un diseñador.
Y todo lo que ocurre a mi alrededor y la vida, que da mucho de sí, lo aplico con el fin de conocerte con storytelling en cada correo que envío.
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El color rojo y el copywriting
* Cuándo era chica quise unos zapatos de color rojo.
Mi madre: Te hacen falta unos zapatos.
Yo: Sí, pero rojos.
Crear un blog y comenzar a escribir sobre moda fue una de las etapas más bonitas que puedo contar.
El blog los zapatos Que sean Rojos me llevó de pasarelas, allí me dieron palmaditas en la espalda, y me inflé como un pez globo.
Comí muchos canapés, la mayoría los intercambié por palabras y textos. Aunque me di cuenta del error que cometí cuando el blog crecía a lo ancho en lugar de alto, y no por culpa de los canapés.
Y sin dejar de escribir, la investigación me llevó hasta la redacción publicitaria y a unir algo por lo que siento amor del bueno, la publicidad, con la profesión que siempre ha pagado el alquiler, las ventas.
Y me formé en copywriting y comencé poner las palabras justas y necesarias en cada proyecto para generar beneficios.
* Mis primeros libros fueron de Agatha Christie, si hay algo que me gusta es investigar.
* También tuve una vez un perro tan guapo que tenía nombre de premio de cine.
Y aunque suene trillado, desde el primer momento que descubrí el copywriting me entregué sin decir ni mú.
Y sí, veo copy por todos lados.
Hasta en la pizarra que pone el pescadero de mi barrio en la puerta de su local con una nueva frase cada mañana para vender los boquerones.
* Y lo aplico hasta para vender en Wallapop los libros de amores y lujuria que lee mi madre.
Porque las ventas son mejores cuando sabes a quién te diriges, generas empatía y aprendes a observar lo que te rodea.
Aprendo de observar lo que ocurre en la calle y hasta en la carnicería, lo aprovecho para escribirte junto a algo que te sea útil y le saques partido a tu proyecto con un correo semanal con storytelling y ventas.