Te voy a hablar de hombres, en concreto de dos hombres.
Aunque con uno de ellos voy a terminar pronto porque a mí lo que me interesa, hoy, es que me lleve hasta el segundo para contarte algo.
Si lo buscas por Internet, al primer hombre, te va a aparecer mucha información y fotos.
Fotos dónde parece que tiene cara de padre malvado del hijo rico que se enamora de la hija de la cocinera.
La misma con la que tuvo “un querer” cuándo era un joven inocente y soñador hasta convertirse en el maligno suegro que le pone los cuernos a la pija de su señora con la abogada economista de la última telenovela divina.
Esta disección (totalmente) inventada en tan solo una foto es para hablarte de Jay Abraham.
Un señor que seguro conoces, y si no es así decirte que es un emprendedor de los que tienen muchas cifras en el banco a base de transformar empresas que suben como cohetes a partir de estrategias de marketing.
Jay, además de cobrar por hora lo más grande, dijo sobre uno de los libros que escribió el segundo hombre (esto pasa de culebrón a novela de Agatha Christie):
“La influencia de Claude Hopkins me ha hecho ganar más de 6 millones de dólares y sigo sumando. He leído este libro al menos 50 veces y siempre aprendo algo nuevo”.
Claude Hopkins fue uno de los mejores publicistas y que más pasta dejaba en cada empresa que pisaba.
Hopkins comenzó a utilizar la garantía de devolución, las pruebas de mercado y el uso de las muestras.
Algo así utilizó con la marca Palmolive.
Hicieron una pequeña inversión en publicidad, en ella incluyeron unos cupones canjeables como aliciente a la compra, y además los textos se basaron en la historia del jabón.
La mayoría de las mujeres que compraron el jabón utilizaron este cupón para comprar un segundo, algo que cubrió la inversión que hicieron en publicidad, además de convertir a la marca en el jabón líder del mundo.
¿Te suena de algo las muestras de maquillaje de las revistas?
Aunque sin duda una de las preferidas, y que se sigue utilizando hoy en día, es la que realizó para la cerveza Schlitz.
Presta atención porque esto es algo que tienes tan cerca que posiblemente ni has visto.
Un buen día, investigando para una nueva campaña decidió visitar la fábrica, allí vio como unas máquinas limpiaban los tubos por dónde se filtraban las botellas de cerveza vacías que volvían a la fábrica.
Esta limpieza se realizaba al menos cuatro veces en cada botella.
Además le contaron que la levadura que empleaban había pasado por 1.200 experimentos hasta llegar a conseguir su sabor.
Cuándo Hopkins preguntó porque los clientes no sabían nada de esto, le contestaron que era algo que no tenía importancia porque todas las fábricas de cerveza lo hacían.
Al parecer él contesto: “Sí, pero nosotros lo diremos antes”.
Hopkins hizo algo que el resto de las fábricas no habían hecho porque daban por hecho que todo el mundo sabía.
Escribir unos textos dónde contaba el proceso de limpieza y el de su levadura para convertir la cerveza en la mejor del mundo.
Consiguió convertir a la marca en la número 1 del ranking de cervezas.
Casi 100 años después de Hopkins, seguimos viendo muestras de regalo en revistas.
Y casi 100 años después se deja de escribir en un proyecto alguna característica que tiene tu negocio y que lo hace diferente al del vecino.

Claude Hopkins murió hace 90 años, y si su libro, Publicidad científica, el mismo que Jay Abraham, el de la cara de telenovela y uno de los reyes de las ventas, ha leído más de 50 veces, no deberías no hacerle caso ni una sola vez.
Esto es solo un pequeñísimo encuentro entre tú y yo comparado con lo que te llega cada domingo en la newsletter. Copywriting, ventas, storytelling. Por aquí te suscribes.
P.D.: Decían que era un tío que le costaba gastar dinero, vaya, que uno de los mejores vendedores del mundo en su época, era un tacaño del copón. La vida es así, con sus sombras a la luz del copywriting.