Japón tiene cosas maravillosas.
Por ejemplo hace años le pusieron nombre a la técnica de plegar un papel, sin cortar ni pegar para crear diferentes formas.
Nosotros lo llamamos papiroflexia y ellos origami. No hay color.
Y con origami pasaron de doblar papel a convertirlo en arte.
Issey Miyake también fue otra maravilla japonesa. Fue un maestro, un artista que transformaba una tela en unos plisados que recordaban al origami y consiguió diseñar ropa, moda, sin género, talla ni edad.
Porque sí, la ropa sin género tiene tantos años como los que Issey Miyake diseñó.
Él no solo sabía de moda, sabía del cuerpo. Por eso estudió cada forma, la estructura y hasta la forma de andar para que cada uno de sus plisados fuesen perfectas combinaciones de la tradición japonesa con cortes vanguardistas.
Demostró que la sencillez bien estudiada consigue los mejores resultados.
Lo mismo que la emoción que genera tu cerebro no lee de la misma forma la palabra papiroflexia que origami, ocurre con las palabras que utilizas en tu proyecto.
Lo mismo que la sencillez de 500 palabras pueden vender tanto como 5.000, depende de la forma en que utilices cada una de esas palabras.
Porque lo mínimo no tiene por qué ser simple, detrás está el trabajo de horas de investigación y aprendizaje para que cada pliegue quede bien ajustado, cada pespunte bien hilado.
Cada semana te cuento todo lo que aprendo sobre palabras y ventas, y qué mejor técnica que utilizar la que llega directamente, el 𝘀𝘁𝗼𝗿𝘆𝘁𝗲𝗹𝗹𝗶𝗻𝗴.
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𝘗.𝘋.: Soy una enamorada de Japón tanto como lo fui de los primeros años del trabajo de diseño de Issey Miyake.