Ahora lo entiendo mucho mejor. La sonrisilla de medio lado al leer en algún perfil eso de, «Estudié en la universidad de la vida».
En el último viaje no me he achicharrado al sol, pero sí he participado en una clase magistral del entendimiento humano.
Coincidir en un viaje con gente desconocida es igual que ponerte a vender a voces en la esquina. Hablar de política sin saber con quién vas a compartir mesa a la hora de la cena.
Creer que el que está frente a tu plato necesita tu conversación. Pensar que a los demás les interesa lo mismo que a ti.
Hoy he leído esto en un correo: «𝘛𝘶 𝘤𝘭𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘯𝘰 𝘯𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘵𝘢 𝘵𝘶 𝑝𝘳𝘰𝘥𝘶𝘤𝘵𝘰. 𝘕𝘪 𝘦𝘭 𝘵𝘶𝘺𝘰 𝘯𝘪 𝘦𝘭 𝘮í𝘰, 𝘤𝘭𝘢𝘳𝘰. 𝘓𝘰 𝘲𝘶𝘦𝘳𝘳𝘢́ 𝘰 𝘯𝘰 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦𝘳𝘳𝘢́, 𝑝𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘭𝘰 𝘯𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘵𝘢».
No necesita un nuevo pantalón, se crea el deseo de tenerlo. No necesita un coche color rojo, pero el próximo será de este color.
Y es cierto que si no es un producto de primera necesidad son deseos o anhelos.
Por eso existe un copywriting de viajes o un copywriting de residuo cero.
El copywriting no solo utiliza tu voz, forma parte de tu proyecto y crea ese anhelo de saber más de ti, del producto que vendes.
No mires hacia otro lado, cada 𝘀𝗲𝗿𝘃𝗶𝗰𝗶𝗼, 𝗽𝗿𝗼𝗱𝘂𝗰𝘁𝗼, 𝗽𝗮́𝗴𝗶𝗻𝗮 𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗿𝘃𝗶𝗰𝗶𝗼𝘀, o 𝗻𝗲𝘄𝘀𝗹𝗲𝘁𝘁𝗲𝗿 que envías a tus suscritores, son generadores de deseos, y eso son ventas.
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𝘗.𝘋. 1.:Disfrutones de la vida, captadores de atención, solitarios a la fuerza, protestones sin remisión. Cada uno de estos perfiles busca cumplir en cada viaje sus deseos. ¿Se los das en cada palabra de tu proyecto?